Me dijiste que estarías siempre aquí
para iluminar mis días,
y yo (pobre incauto) te creí.
Pero olvidé que solo el sol permanece
regalando luz y calor,
olvidé que solo él cumple lo que promete.
Tú te fuiste con la noche, como a escondidas.
Yo me quedé con la luz del amanecer del día
en que comprobé que tus palabras eran mentira,
que solo buscabas cambiar de vida
y ser salvada (pero de ti misma).
Solo podemos iluminar a los demás cuando nuestra luz brilla con fuerza y luz propia. Sentir la luz de los demás es un regalo pero la única en la que podemos creer con verdadera pasión es en la que de crea en nuestro interior.
ResponderEliminarUn abrazo grande, me encanta esa foto.
Toda la razón, amiga. Gracias mil por tu comentario.
Eliminar