viernes, 19 de julio de 2013

Aquellos años


A mi madre


¡Cuánto añoro aquellos años, hijo mío! ¡Cuánto añoro aquellas largas tardes de invierno metidos en casa, al calor de la estufa de butano, esperando a tu padre!
Recuerdo cómo nos sentábamos a la mesa de formica de la cocina, tú a merendar y hacer los deberes, y yo a coser.
Yo, escuchando el consultorio radiofónico que hablaba de amores (o desamores) de otras mujeres, mi única conexión con el mundo más allá de nuestro barrio. 
Y tú, enredado entre cuadernos y libros de Santillana, estudiando tus lecciones y con ganas de terminar para continuar con otros libros, tus preferidos, aquellos repletos de ilustraciones que se leían como cuento o como tebeo, o los que relataban historias de animales y enseñaban sobre sus vidas, o los de “Los Cinco”, “Tintín”, “El guerrero del antifaz” y otros héroes que, junto con tu blanco caballerito de plástico de Ajax, permanecerán siempre en nuestra memoria.
Aunque yo entonces no te leyera, hijo mío, como tú a mis nietos, un cuento cada noche.



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