desde la más tierna infancia,
cuando tú a mí ni me veías
y yo te adoraba a distancia.
Siempre supe que tenerte
era para mí quimera,
vana ilusión de un imberbe
que lucha y no desespera.
Tanto persistí en mi empeño
que un día al fin me miraste,
yo te hablé con mucho miedo
y tú con ternura me hablaste.
Todo lo que después siguió
fue como un premio divino,
un sueño antiguo que yo
por fin pude ver cumplido.
Y así pasaron los años
tú y yo solos, siempre
unidos,
con dulzura nos amamos
seguros en nuestro nido.
Pero el tiempo que todo cura
a veces también nos iguala,
lo nuestro ya no es locura
y el deseo no nos llama.
Ahora sé que como un ave
quieres levantar el vuelo,
alzo mis manos al aire
y suavemente te suelto.
Siempre supe que te quería
desde la más tierna
infancia,
como seguro sabía
que un día te perdería.
Hay cosas en esta vida
que solo pueden anhelarse,
porque al saberse tenidas
sienten que deben marcharse.
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