sábado, 22 de noviembre de 2014

Lo que no es, no es



-¡No me vuelvas a poner la mano encima, capullo!
-¡Que no, que no! Tranquila, que no volverá a ocurrir.
-Eso ya lo he oído demasiadas veces, pero ya no te creo. ¡Suéltame!
-¡Vale, vale!, perdona. Pero es que ahora puedes creerme, de verdad. Esta vez va en serio, ¡te lo juro! ¡Con lo que yo te quiero...!
-¿Que me quieres? Has tenido mucho tiempo para demostrárnoslo, a mí y a tu hija, y no lo has hecho.
-Es que estoy muy estresado, cariño. No sé, a veces pierdo los nervios y, en esos momentos, no puedo controlarme a mí mismo.
-Y lo pagas con nosotras, ¿no? Tus frustraciones son solo tuyas y a ti te toca aprender a capearlas. Pero yo ya no aguanto más.
-Solo te pido que me perdones por esta última vez, amorcito. Te prometo que nunca más se va a repetir.
-De eso puedes estar seguro, pichón. Coge la puerta y lárgate de nuestra vida.
-Pero, oye…
-Ya no te quiero escuchar, no te voy a escuchar. Mañana por la mañana, cuando la niña esté en el colegio, puedes venir a casa y recoger tu maleta.
-Pero yo no…
-¡Ah, claro! No te preocupes por eso, "mi amor", yo misma te la prepararé con mucho gusto.
-Esto no puede ser real, María. Yo…
-¡Eso es justo lo que yo pensaba! Que esto no puede ser nuestra realidad por más tiempo. ¡Déjanos en paz de una vez!
-Yo…
-¡Sí! ¡Tú!



No hay comentarios:

Publicar un comentario