domingo, 20 de octubre de 2013

Primavera tardía



Siento que la noche ya no me da miedo,
que la lluvia en el cristal me reconforta,
me tranquiliza su monotonía
y me sumerge en ensoñaciones,
los ojos abiertos todavía.

Aunque el viento sople ya no me asusto,
y si el trueno brama me quedo quieto,
escuchando atento la oscuridad,
y el silbido del aire
corriendo por los pasillos.

Oigo el murmullo del agua en el canalón,
y la imagino cayendo, fría,
sobre las estrechas aceras,
limpiando los gastados adoquines,
y refrescando la brisa densa.

Siento que la soledad ya no me intimida,
que es fiel compañera de fatigas
en este invierno cruel y despiadado
en que perdí a quien no merecía
y sin saberlo había amado.

Porque al fin comprendo que soy
el más abyecto y vil de los amantes,
que sólo me quise a mí mismo
y a ti te tuve olvidada
en un rincón de mi corazón,
sumida en silencio de pena,
sumisa y siempre dispuesta
tu sonrisa a cambio de nada.

Que tus cartas están boca arriba
y yo te hice trampa en el juego
del amor y de la vida.
Que mis ojos miraban pero no te veían,
que mis manos tocaban pero no te sentían,
¡torpes ojos y manos frías!

Siendo como soy, cobarde,
huraño, triste y esquivo,
solitario, negro y macabro,
obtuso, callado y cabrón,
no puedo sino perderte (y para siempre esta vez),
añorarte sin llorarte,
sentir vacíos donde estuviste
y amarte en fin, sin tenerte.

Creo que este invierno será más largo que otros,
que el frío y la lluvia seguirán, día tras día,
tornando grises y oscuras las mañanas de abril,
y marchitando las tempranas flores
que un extraño marzo traía
y que ya no crecerán,
por más que al final nos llegue
esta primavera tardía.


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