sábado, 4 de julio de 2015

Bilbao y yo


Es Bilbao la capital de mi mundo de infancia,
cuando de la mano de mis padres
recorría a pie sus grises calles,
cuando la Feria de Muestras nos regalaba
montones de gangas sin importancia,
cuando la Semana Grande en Basurto había barracas,
y algodón dulce color de rosa,
y peluches gigantes en las tómbolas de la plaza.

Es Bilbao la ciudad que me vio crecer
entre cochambre y desorden,
pasear ufano al oscurecer
al ritmo de ruidosos coches,
de altos y repletos trolebuses,
y respirar su denso aire insalubre.

Es Bilbao la ciudad querida
que aunque esté lejos siempre recuerdo,
a la que esperanzado regreso
con secreto afán de ver gente viva, 
personas nuevas, distintas,
que me hagan sentir la vida
cuando en soledad morir no quiero.
 
Es Bilbao escenario de mis negras historias,
de mis relatos más sucios,
de olvidadas canciones y memorias,
de mis poemas oscuros.
Es Bilbao, a la vez, mi pecado,
mi penitencia y mi condena,
mi bocho negro y profundo,
mi salvación, mi hada buena.

Porque en Bilbao he vivido
momentos de intensa locura
y he conocido también
la tristeza y la amargura,
he vagado solo por sus rincones
y corrido en busca de fortuna.
He cambiado postales en la Plaza Nueva
y comprado a mi madre rojos claveles.
He afanado tabaco a la cerillera
y robado libros con mi macuto verde.

He bebido y bailado en conciertos y garitos,
y con música de fiesta cantado a voz en grito.
Y, luego de emborracharme
en barras de mecano-tubo,
dormido en la húmeda hierba
de un repleto Arenal inmundo.
Y, cuando ya nadie sobrio queda,
he meado en la ría la cerveza ingerida,
vomitado en sus aguas mi grasienta cena
y olido su mugre apestosa y podrida.

He subido a trenes en marcha en la Naja,
y cruzado las calles a salto de mata.
He parado coches en cada parranda
y lanzado piedras contra la pasma.
He amado sin frenos a alguna mujer,
apretado sus nalgas bajo el puente La Merced,
besado su cuello detrás del Arriaga
y, bajo el pantalón ceñido,
frotado su entrepierna en el muelle Marzana.

Y todo ello en una amalgama
de experiencias al límite o prohibidas,
una gigantesca red de cuerdas tejidas
con los extensos años de mi azarosa vida.
Por eso, para mí, Bilbao es ciudad de pecado,
lugar de placer y de perdición,
de recuerdos en blanco y negro a veces,
o intensa urbe plena de vida y color.

Es Bilbao en los 80 (años duros)  
un nido de jóvenes sin futuro,
gente loca que vive creando a su antojo,
con su arte, su música y su arrojo,
un mejor y más soportable mundo.













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