sábado, 17 de enero de 2015

Oírte sin verte


Hoy oírte sin verte se ha convertido en algo horrible.
Las palabras se han confundido en nuestra mente, quizá debido a la ausencia del gesto que tanto ayuda a la comprensión. Y no solo estaba la dificultad de entenderte, es que me he impacientado tratando de encontrar en ti una señal, un signo esperanzador para mí.
De repente, no he podido controlar el nerviosismo que me invadía y te he hablado con inusitada transparencia, con una seguridad hallada en no sé qué parte de mí, fríamente, duramente… 
Creo que te he hecho daño.

Entonces me he visto como un hombre vulgar, autoritario y posesivo, esperando de ti lo que un hombre así espera de una mujer. Mis palabras me han sonado artificiales y sabidas, como ya escuchadas a otros muchos, y yo las he repetido con la comodidad que supone la falta de originalidad.
He oído después muy claramente tu respiración en el auricular y tu voz ahora más débil, como afectada. Quizá lloraras.
Me he sentido incapaz de comprenderte y de hacerme entender, y he colgado el teléfono subyugado por una fuerza violenta y nueva para mí, ante la que, contra mi voluntad, me declaro derrotado.
Luego, he pensado en ello con un poco más calma y he llorado por ti, he querido salir corriendo a buscarte, he sentido la urgente necesidad de llamarte, abrazarte y pedirte perdón mirándote a la cara con los ojos húmedos aún.
Pero es muy tarde ya y el mundo duerme.
Las manos me fallan al escribirte esta madrugada, no responden como quisiera al flujo de pensamientos que fluyen en mi confundida cabeza.
Pero me siento mejor.
Te quiero.


No hay comentarios:

Publicar un comentario