Hoy te veo junto a mí
y siento el aire de tu aliento
rozándome la oreja,
frotándome el alma,
y cantándome en susurros
tus notas dulces, serenas…
Tengo en mis manos tus manos,
acaricio tus dedos y resbalo
por tu palma hasta tu brazo,
de tu codo hasta tu hombro,
sin dejar de tocarte,
de mirarte embelesado.
Hoy me aferro a tu presencia.
Y beso tus labios frescos,
aprieto tu boca de fruta
y libo el jugo de tu lengua,
sorbiéndote con delirio,
saciándome de nuevo,
embriagándome contigo.
Abrazo tu cuerpo en la noche,
cuando calla el mundo
y sólo oímos nuestros latidos,
palpitando veloces al ritmo
loco de amor enfurecido,
de hambre de cuerpo desnudo.
Hoy me aferro a tu presencia.
Y sueño con tus ojos negros
abriéndose a los míos,
tus párpados como alas,
mirándome confiada
y sonriendo alegre, ufana,
sin temor a nadie, a nada.
Juego a que juegas conmigo,
a que quieres que te quiera
y a que te quiero,
a que queramos querernos jugando,
o a que quiero que me quieras
de la forma en que yo quiero.
Hoy me aferro a tu presencia.
Y me agarro bien y fuerte,
porque no deseo un abismo
de vida sin tu cariño,
un erial sin el agua de tu risa,
ni un bosque triste y seco,
sin tu buena sombra, abatido.
Hoy me aferro a tu presencia.
Y no te pierdo, pero no quiero perderte,
ni te añoro, porque nunca te has marchado,
pero sufro porque no quiero que sufras,
y lloro a veces, aunque no me has escuchado.
No te dejo porque tú a mí no me dejes,
ni te amarro para que no te escapes,
pero si no estás conmigo, amor,
esta mi vida es un desastre.
Hoy, todavía, me aferro a tu presencia
y te ofrezco la mía,
hasta que quieras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario